No lo tomes a mal, no lo digo ni por resentimiento ni por ira. Tampoco es uno de esos lugares comunes en que cae el desamor cuando el corazón se siente herido. Simplemente hoy he despertado y respirado en paz... Sin opresión en el pecho, sin ganas de llorar, sin maldad ni bondad ninguna que tenga que ver con todo lo vivido juntos. Me he dado cuenta que no te necesito para vivir... ni para respirar. Que mi vida seguirá igual, con sus paredes altas y llenas de historia. Los muros negros de mi soledad, estaban antes de que tú aparecieras. Y allí seguirán estando porque son parte de mi... son producto mío. No te extraño, esa es la verdad. No, no pienses mal... no te estoy culpando de esto, he comprendido que la responsable he sido yo. Yo te vi más grande, te entendí más grande. Hasta tal punto que en cierto momento fuiste todo. Mi aire, mi agua, mi tierra y mi fuego. Fue así el porqué, de cuando te fuiste, me quedara tan perdida y horrorizada... Me ha llevado un tiempo colocar todo en su lugar. Comprender que todo tenía un sitio predeterminado y que entre mis cosas elementales, en esa lista extraña de instrumentos y nombres, no figurabas tú.
Porque como ya te dije puedo vivir sin ti, me ha costado entenderlo pero lo he asumido.